“Los estudios dicen…”

¿Te suena familiar?

Es la frase comodín que aparece en cada debate educativo, en cada discusión sobre crianza, pantallas, aprendizaje o métodos. Pero detrás de ese “los estudios dicen…” rara vez hay un estudio real. Lo que suele haber es:

  • Una frase sacada de contexto,
  • Un post de Instagram con tipografía linda,
  • Una interpretación personal,
  • O directamente… humo con formato académico.

Y lo peor no es solo que se cite mal. Lo peor es que se use como arma, como si invocar “la ciencia” fuera suficiente para ganar una discusión o silenciar a quien piensa distinto.

¿Qué es realmente un estudio científico?

Un estudio no es una opinión con vocabulario técnico.
No es una frase viral.
Y definitivamente no es un video en TikTok con voz en off y música instrumental.

Un estudio serio es un proceso riguroso que incluye:

  • Un problema de investigación bien definido,
  • Hipótesis claras,
  • Muestra representativa,
  • Análisis estadístico,
  • Revisión por pares,
  • Publicación en revistas especializadas,
  • Y, muchas veces, resultados abiertos a revisión o con limitaciones explícitas.

En otras palabras: es mucho más incómodo que una frase con estética beige y fondo de bosque.

El problema del “evidentismo superficial”

Hoy muchas personas buscan estudios no para aprender, sino para validar lo que ya piensan. No importa si el estudio es débil, está mal citado o contradice otros más serios: si confirma su postura, sirve.

Eso no es pensamiento crítico.
Eso es cherry-picking académico.
Y está más cerca del fanatismo que de la ciencia.

El sesgo de autoridad

Además, está el famoso “lo dijo alguien con título”.
Pero aunque no lo crean: no alcanza con tener un diploma.

Un licenciado, médico o psicólogo puede equivocarse, opinar sin evidencia o citar fuentes dudosas. La autoridad no reemplaza el análisis.
Y si alguien apela a su título como único argumento, es una bandera roja.

En Paideia, la evidencia es base… no excusa

En Espacio Paideia apostamos por una educación con fundamentos reales.
Eso significa:

  • Consultar estudios, sí.
  • Contrastar fuentes.
  • Leer lo que dice y lo que no dice.
  • Contextualizar.
  • Aceptar que a veces la evidencia contradice lo que pensábamos.
  • Y enseñar a los chicos a hacer lo mismo.

Porque formar estudiantes con pensamiento crítico no es repetir “los estudios dicen”.
Es formar personas capaces de leer, analizar y construir conocimiento propio.

¿Todo lo científico es incuestionable?

No. La ciencia no es un dogma. Es un método.
Uno de los más poderosos que tenemos, sí, pero no infalible.

Hay estudios con errores. Hay sesgos de publicación. Hay conflictos de interés.
Justamente por eso hay revisión, actualización y nuevas investigaciones que desarman las viejas. Así avanza el conocimiento.

La clave no está en repetir estudios.
Está en entender cómo funciona el conocimiento.

Entonces…

No estamos en contra de la ciencia. Todo lo contrario.
Estamos en contra del uso liviano, superficial y oportunista de su nombre.

Cuando decimos “educación basada en evidencia” en Paideia, no estamos hablando de copiar papers ni de encerrarnos en tecnicismos. Estamos hablando de formar mentes críticas, capaces de leer un gráfico, cuestionar una fuente y buscar la verdad más allá de la moda del momento.

Porque educar no es enseñar qué pensar.
Es enseñar cómo pensar.

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