Vivir sin recetas

Hoy, mientras preparaba panqueques con dulce de leche y un café para ver un episodio de How I Met Your Mother, pensé en algo que me representa profundamente: nunca sigo recetas.

No en la cocina, no en el trabajo, no en la maternidad, ni mucho menos en la educación.

En la cocina siempre fui de las que mezcla “un poco de esto, un poco de aquello”. Nunca mido con precisión, no sigo pasos de manual. Me dejo llevar por lo que creo que va a quedar bien. Por ejemplo, a mi salsa bolognesa le pongo pimiento rojo, perejil y crema de leche (que ningún italiano se entere). Pero queda tan rica… que no necesito justificarla.

Y quizás toda mi vida fue así: una combinación intuitiva de decisiones que no siguen una fórmula estándar, pero me hicieron llegar exactamente hasta donde quería estar.

Tampoco tuve una receta para trabajar. Nunca me gustó la relación de dependencia, ni seguir horarios, ni que me digan cómo ni cuándo hacer las cosas. Siempre fui emprendedora, incluso antes de tener un emprendimiento.
Hice traducciones, transcripciones, escribí libros, los promocioné, hice marketing digital… todo como freelancer. No para “ser mi jefa”, sino para vivir a mi ritmo, como, cuando y donde yo quiera.

Cuando me convertí en mamá, tampoco hubo recetas.
Elegí una cesárea programada porque yo consideraba que era lo mejor para mi bebé y para mí. Tuve que cambiar de obstetra y de clínica en el último mes de embarazo para hacerlo posible.
Tampoco amamanté como decían los manuales: fue frustrante para los dos. Así que opté por la fórmula, y lo que nos decían que era “un error”, resultó ser lo mejor.
Mi hijo creció sano, fuerte, feliz… e increíblemente inteligente.

Tampoco seguí una receta para educarlo. Sin saberlo, estaba mezclando un poco de Montessori, un poco de Waldorf, pero en realidad solo seguía mi instinto. Lo observaba y lo dejaba guiarme.
Cuando entró al jardín a los 4 y las maestras me dijeron que “estaba sobreestimulado”, que no le enseñara cosas porque “se iba a aburrir en la escuela”… entendí que esa forma de crianza y aprendizaje tan natural, tan autodirigida, nunca iba a encajar en el sistema.
Así que, sin saberlo, empecé —o mejor dicho, seguí— haciendo homeschooling.

Y hoy, todo ese camino sin recetas, me llevó a algo inesperado:

👉🏼 Estoy escribiendo una receta para otros.

Porque no todo el mundo vive desde la intuición, ni puede enfrentarse solo a un sistema que lo ahoga. No todo el mundo tiene ganas o fuerzas de inventar su propio camino desde cero.

Así que decidí crear algo que sirva: un método, un modelo, una guía. No una jaula. No una receta cerrada.

Una propuesta flexible, viva, humana.
Hecha por alguien que sabe lo que es no encajar.
Por alguien que nunca siguió recetas,
pero aprendió a cocinarlas para los demás.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *